Sentí mi muerte

Por Minnie García.

Solo me quedas tú, mi bien amado,
para calmar mi corazón doliente.
¡Qué gran consuelo tenerte aprisionado
junto a mi silencio, mi adorado!

Y que, en la hora fatal de la amargura,
en esa hora triste, en esa hora dura,
deposites un beso aquí en mi frente.

¿Qué me importa morir, si tú mañana,
cuando mires bajo el triste dosel
con que los sepulcros se engalanan,
lágrimas verterás sobre la caña,

junto a ese mármol que me cubre ansiosa;
y entre sollozos, con amargo acento,
mi pobre nombre ¿lanzarás al viento?

Y cuando, triste, asome la alborada
que a los cantores del vergel inspira,
yo vendré con su luz a ver si brilla
una lágrima de amor en tu mejilla.