Por Mireya Marmolejo M.
Desde noviembre se iniciaba en la casa la preparación para el tiempo de fin de año, era una oportunidad para hacer muchas actividades que se cruzaban en casa y con las del colegio. De modo que, teníamos tanta motivación para un cúmulo de tareas porque se trataba de un trabajo colectivo.
En primer lugar, desde la mitad del mes de noviembre, en el colegio se iniciaba el juego de los aguinaldos. Jugábamos casi todas las estudiantes del grupo. Los nombres de estos juegos eran bien interesantes: palito en boca, beso robado, hablar y no contestar, estatua, dar todo de lo que está comiendo, mal parado, no sirve para soldado, entre otros. Otro era el dar tarjetas muy chicas de navidad con unos mensajes muy lindos o escribirlos en unas libretitas muy coloridas en unas hojas de papel muy especial, parecía un papel de mayor gramaje y de texturas muy bonitas. También se preparaban actividades de novena navideña con compartir de alimentos y de rifas. Esta actividad se hacía al final de la jornada diaria. De modo que salíamos muy entusiasmadas pensando en lo que se haría por grupos para el compartir. Arroz con lecha, manjarblanco con brevas, panelitas de manjarblanco, cocadas, mango con sal, grosellas con sal, chontaduro, empanadas con ají, pan de horno, pasteles de yuca, arepa de choclo, champús, sorbete de guanábana, sorbete de badea, banano con crema de leche, empanadas de cambray, pandebonos, pandeyucas, pirulis, chancarina y por supuesto la rifa de un pastel o de un pollo Kokoriko. Era todo un festival de sabor y alegría. Creo que en ese tiempo no perdíamos ningún examen y no había tanto agobio por las tareas escolares. El cierre de este tiempo era maravilloso porque era todo un festival de comidas y de rifas de regalos o aguinaldos que se compraban para dar a todos. Ese día el colegio tenía otro ambiente y nuestra despedida era después del día de las velitas o de la virgen María. Un día muy especial para mí. Es decir, para el 14 o 15 de diciembre, ya no volvíamos al colegio, sino hasta el mes de enero, después de día de reyes.
En casa, se preparaban los manjares maravillosos de dulce desamargado, para el cual se preparaban las cáscaras de limón, de naranja, de papaya verde, de mamey, de brevas. Una de nuestras tareas era limpiar con un pedazo de teja pulida, las brevas y de enjuagar las cáscaras de limón y de naranja. Este proceso demoraba casi dos semanas con cambio de agua a la que se le ponía un poco de bicarbonato y mantener en una vasija de barro estas cáscaras separadas. No se podía mezclar naranja con limón. Alrededor del día 18 al 20 de diciembre empezaba la preparación de este dulce. Se contaba con una paila de cobre que se sacaba con anterioridad y se preparaba con un lavado con mitades de limón y un poco de sal. Ese cobre quedaba brillante y luego se enjuagaba varias veces. Se armaba el fogón de leña con ladrillos y trozos de madera y un batidor de madera largo y de cuchara ancha, parecido a un canalete de los que se usan para movilizarse en un potrillo o canoa en el pacífico, pero más corto. Este batidor al igual que la paila de cobre era un tesoro muy preciado. En esa misma paila se cocinaba el manjarblanco. Era una jornada de fiesta en casa, porque se iba a preparar donde una tía que vivía en la vía a Candelaria. Tenía una gran casa y allí, se podía conseguir la leche de ordeño y por supuesto, la preparación implicaba el almuerzo y entredía bastantes generosos con sancocho de gallina, fritanga de chicharrones, patacones, papitas, palitos de yuca, empanadas y los pandebonos y pandeyucas hechos en un horno de leña. La receta del manjarblanco era la de la tía Carmen, experta en panadería y dulces. Todos alrededor del fogón, charlando, haciendo bromas y delegando en dos personas el batido del manjarblanco bajo la mirada atenta de la tía Carmen. Los mates para empacar este dulce estaban dispuestos en una mesa, todo en orden y ya sabíamos que correspondían a cada familia entre dos o tres de una libra. Pero, lo más importante, el raspao de la paila era muy apetecido y se rifaba entre todos porque con esas pegas se comían los pandebonos y pandeyucas calientes. Igual pasaba con la natilla. Ese mismo día se preparaba. Era y sigue siendo mi favorita. Su elaboración era de maíz y no de caja. La masa llevaba una preparación que sabía realizar la tía Carmen. Tenía un sabor y una textura muy diferente a la de caja o de Maizena. Se molía el maíz y se repasaba varias veces para que tuviese una consistencia muy ligera la masa y después se colaba dos o tres veces a través de coladores de tela. Luego se agregaba a la leche tibia y se iniciaba su batido o como decía mi tía, siempre hay que menearlo porque no se debía dejar pegar ya que se ahumaba y se perdía la preparación. Por eso los expertos batidores o batidoras, tenían un premio adicional por su trabajo.
Al finalizar esa jornada, todos alegres regresábamos a casa con nuestros regalos para compartir con amigos y vecinos. Mi madre preparaba en casa, buñuelos con queso, hojaldras, brevas en almíbar. La casa quedaba impregnada de esos dulces, picantes y salados olores que invitaban a comer y a sentir en todo el cuerpo la sensación de alegría. Organizaba con ellos, unas bandejas con trozos de natilla, dulce desamargado, dulce de manjarblanco, trozos de queso. Y tenía en mi hermano y en mí, la mensajería para la entrega de estos manjares. En la calle, en medio de la cotidiana presencia en distintos barrios de la ciudad de la fanfarria de diferentes grupos de los “diablitos” con sus improvisados instrumentos de percusión, y sus bailes, nos cruzábamos los chicos y grandes en la repartición de estas comidas. Al punto que, salíamos de casa y en medio camino, recibíamos lo mismo para llevar a la nuestra. Este tiempo que mezclaba emociones, sabores y espera de aguinaldos, me permitió ver la calle, la ciudad con unos matices de luz, un dorado maravilloso que proporciona una calidez especial. Si, matices de luz que siempre me recuerdan que es el sol, la brisa y el color de mi Cali. También, mi madre llevaba sus bandejas y de una vez hacía la visita a la familia y allí también compartían pandebonos, pandeyucas u otras cosas y llegaba a casa con otras tantas exquisiteces. Esta era la muestra de acogida, de familiaridad, de solidaridad, de gozo de los vecinos y amigos. Era el aguinaldo colectivo. Un modo de decir, seguimos presentes.
Finalmente, nuestra cocina y nevera se veía repleta de comidas variadas. Era espectacular saborear todo ello. Y así, llegaba el día de navidad y el 24 de diciembre era muy especial, después de la novena plagada de comida en cada casa y de rifas de algunos aguinaldos para nosotros los sardinos.
El preámbulo para la feria de Cali, era todo esto. Por eso, el 25 de diciembre que abre este evento, ya en la cuadra o en el barrio estaba todo dispuesto para que los grandes se fueran a la cabalgata y luego, se preparaban para ir a una tal caseta Matecaña. Ese era un terreno en el que los sardinos o chiquillos no podíamos pisar. Eso sí, cuando habían asistido, no paraban de hablar de la maravilla de la orquesta Sonora Matancera, de Daniel Santos, de Celio González, de Celia Cruz y de Richie Ray y Bobby Cruz y de las otras orquestas de salsa y de soneros. Cerca de la casa, se organizaban las rumbas de la cuadra, en las que todo el mundo salía a bailar y justo hoy, por ese lugar se encuentra un sitio donde se cuenta con el museo de la salsa, una viejoteca y el espacio llamado Matraca, sitios icónicos de la rumba en Cali. En lo que si participábamos era en la carpa del circo, en la ciudad de hierro y en algunos de los eventos con juegos o teatrinos de títeres, que desde siempre me gustan.
En esa cuadra de rumba de diciembre, aprendí a bailar y de qué modo, viendo bailar y repitiendo los pasos allí o en casa con otros chicos. Escuchando de los músicos y cantantes de salsa y sus historias. También, a ver de otro modo la feria de Cali, porque si bien, tuvo su origen de procesos populares, no se puede desconocer que hay una feria de élite y otra popular. Una feria de clubes privados donde no se mezcla lo popular, excepto el personal de servicio y otra, la popular. Hace poco tiempo se ha establecido una manera de realizar la feria en la que se hacen unos desfiles en los que puede participar variado público, siguiendo algo similar a lo que se realiza en Rio de Janeiro con el carnaval. Las presentaciones de grupos de salsa, de desfiles se lleva a cabo en un costado de una avenida que atraviesa Cali desde el norte hasta el sur, la Autopista Sur.
Y hoy, el aguinaldo en los colegios, la novena, los juegos de los chicos y chicas para esas fechas, los preparativos de las familias con las comidas tradicionales, el intercambio de bandejas, entre otras cosas, ha tenido un cambio muy drástico. Pero, sigue siendo la nota alegre el hecho de que, a pesar de todos esos cambios, guardamos en nuestras memorias y corazones, la espera de un tiempo que nos marca el fin del año, la navidad y lo que ella significa para cada persona, no importa su condición económica, su credo religioso o su espiritualidad, su participación o no en actividades de ciudad, su modo de compartir con otras personas o familia. Hay siempre en el ser humano esa espera estacional.
Vienen personas de todo Colombia y de fuera del país. La añoranza de este tiempo cuando se está fuera de Colombia es grande y mucha gente aprovecha el fin de año para tomar sus vacaciones y regresar al lugar donde nacieron y a gritar como dice la canción de salsa, Cali es Cali y lo demás es loma…