La mejor testigo

Por Alberto de la Espriella

Me lleva casi siempre pegada a su corazón. Cuando no, a su glúteo izquierdo. Y voy con él a todas partes. Sé cuánto tiene y cuánto debe. Enfundada en el traje de cuero de cabritilla que él me compró hace años el día que nos conocimos y me estrechó en sus manos casi siempre oculta, hoy yo mejor que nadie sé lo que quiere, lo que le gusta, sobre todo, a lo que él teme. El miedo, su miedo, el motivo de este párrafo:

Yo mejor que nadie fui testigo de lo ocurrido una noche que él aún no ha podido olvidar. Fue cerca de las dos de la madrugada cuando salía en el ascensor de un “exclusivo” Night Club. Al llegar al sótano, la puerta se abrió y se encontró de frente a esa magnífica hembra que yo había visto en retratos.

Palideció… hasta mi cuerpo sintió cómo su piel se humedecía, la velocidad de sus latidos aumentó y suspiró con un estremecimiento nuevo para mí. Era ella, su primer amor, el amor de siempre, el de toda su vida y llevaba ya varios años muerta. Por primera vez me sentí impotente de hacer algo por él. Lo digo yo, su Credit Gold. Y yo, mejor que nadie, sé que el miedo, ese tipo de miedo… ¡no tiene precio!

Foto: Depositphotos.co
Revisó: Constanza Martínez