EL CUENTO VACÍO

Ágora de Escritores.

Había una vez un cuento descontento. ¿Por qué estaba descontento?

Porque estaba vacío.

No tenía nada, ni hadas, ni duendes, ni dragones, ni brujas,

ni siquiera tenía un lobo o un enano.

Los otros cuentos eran muy famosos. Algunos como Pinocho y Blanca Nieves,

se hicieron estrellas de cine y salían retratados en todos los periódicos.

Hasta la humilde Cenicienta llegó a ser estrella de cine.

Pero claro, Cenicienta tenía príncipe y zapatillas de cristal

y nuestro cuento no tenía nada, estaba vacío y no volvió a salir de casa.

Los otros cuentos si salían; andaban por todas partes

 como la Dama del perrito o Pedro Páramo y todo el mundo los contaba.

Hagamos un equipo para hacer que, este cuento ya no esté descontento

y pueda salir de su casa a pasearse por “El jardín de los senderos que bifurcan”;

que tenga muchos amigos y también pueda convertirse en famoso.

 De nuestra imaginación y pensamiento creativo, dependerá la felicidad del cuento

ya que nuestro ingenio narrativo literario ya no estará vacío.

¡Animo! comencemos: ¿Tú qué le pondrás? ¿Qué te gustaría ponerle al cuento?

(Adaptación del cuento vacío de Rocío Sanz).

I.

Yo intentaré iniciar la vida del cuento, tú lo continuarás con más contenido, para que no se sienta vacío y salga de su casa, a cantar y brincar de alegría.

Porque este cuento era, o al menos así se sentía, una “cuasisombra”, pues apenas sí se dibujaba como un tenue vapor incoloro, sin ninguna forma. Esa forma que envidiaba en las demás, cuando lo tropezaban en sus tímidas y ocasionales salidas a la calle. No le importaba cómo sería, sólo necesitaba tener una que le diera algún asidero…

Todos los días corren por las calles las sombras, hay grandes y pequeñas, cuadrúpedas y bípedas, sésiles y voladoras; unas son viejas, otras jóvenes, las hay escuálidas, chupadas y otras muy gruesas.

La mayoría corren y corren, sin rumbo, el viento es muy fuerte y cambiante y las trasporta sin querer. Hay aquellas que saltan tan alto que alcanzan las nubes. Unas se saludan estirando sus brazos tanto que dan varias vueltas al cuerpo de quien abrazan y las hacen girar.

II.

Observarlas es un espectáculo gratis. Tal vez alguien las tomó en serio hace muchísimo tiempo y tuvo la idea de iniciar, sin premeditarlo, “el arte de Sombras Chinas”. Pero hay otras que escapan del goce urbano y no ansían alcanzar las nubes. Son las de la convicción platónica: el pensamiento es la sombra de la idea. De ahí nacen los pensamientos sombríos. Los intimistas, los sublimes y los prohibidos, los sensoriales e inconformes, cuya sombra casi siempre migra buscando expresar la idea certera en el arte, cualquiera que este sea.

Alguno podría hacerlo como ‘escritor bajo la sombra’ movido por la ensoñación posible de la literatura, con la salvedad de tener que vencer muchos y peligrosos obstáculos, hasta lograrlo. Por eso, si somos varios en pos del destino de nuestras sombras, es excitante hacerlo en equipo.

III.

Un mediodía soleado, la mente ensombrecida de una mujer, fue inspirada por el fenómeno… Ella decidió crear nuevas sombras con poder para espantar esos fantasmas que desde niña la acompañaban. Comenzó interrogando el porqué de la presencia de las sombras en su existencia, de un momento para otro quedó inmersa en el mundo onírico. Al fin y al cabo, un sueño era la manera más sublime con la que contaba para desentrañar las sensaciones noctámbulas de embriaguez, los aromas que exhalaban sus poros, los anhelos de despojarse de sentimientos de culpa y de los instintos que le inspiraban los besos de Eros. «Sentir y añorar» era el acuerdo implícito al ser sujeto de sus flechas. Con todas ellas, las sombras se estrenaron como protagonistas de sus propias aventuras.

Fue un relámpago de las letras para revelar que nada está escrito sobre tu sombra, eres el lienzo.

IV.

¿Y las sombras que cobran vida?, nadie las menciona, no las vemos, pero están ahí. Se sienten sigilosas, respiran cerca, te acusan, te intimidan y te reclaman. En mi oficio, he observado la propia: tiene una figura desdibujada de mí; cuando el sol radia y miró a través de la ventana, juega, danza, me rodea. Por ella busco recintos cerrados, allí no está, se pierde, mi cuerpo se siente relajado, seguro. Me lleno de inspiración, de cosas por decir, es cuando mi existencia se regocija y da rienda suelta a su creación, en ese pequeño instante, soy yo: sin tapujos ni ataduras.

De vuelta, al caer la tarde, va a mi lado y se refugia en mi dormitorio a reposar. Un día de estos, le hablaré para que me libere, me suelte, y salga al mundo de las sombras a divertirse, a disfrutar de la calle, de las nubes y ojalá vuele tan alto que no la vuelva a ver.

V.

Amanece… ¡y de un brinco sale! Con sol o lluvia, mi sombra se abre paso entre la multitud con el fin de llegar a un destino… por largos momentos desaparece, pero al caer la noche, nuevamente viene y se acomoda a mi lado sin sentir vergüenza, se dedica hasta el amanecer a interrumpir mi sueño y mi descanso.

VI.

Desperté en la madrugada y la sentí de pie, junto a mí. No vi nada, pero el frío en el cuarto tenía forma. Me llamó con mi voz desde otra habitación. Ya cuando la vi, empecé a notar que se alargaba más de lo normal y cuando me movía lentamente, ella se movía rápido y su cabeza a veces se inclinaba…como si quisiera decirme algo, escucharme respirar.

Le hablé. Al principio con miedo, luego con curiosidad, pero no respondía. Aun así, había una presencia, un peso, una tensión, como cuando alguien está a punto de hablar.

En cierta ocasión, le dije que ya no quería verla y desde entonces ya no aparece bajo la luz y solo la veo en la oscuridad; en los lugares donde no debería haber nada, allí está.

Intento ignorarla, pero sus movimientos son cada vez más independientes. A veces la veo con el rabillo del ojo avanzar mientras yo me quedo quieto.

De repente, me encontré a mí mismo mirándome en el espejo, pero yo estaba detrás y entonces comprendí: no era mi sombra, era algo más antiguo, algo que ha estado esperando y que ha usado mi forma para aprender a ser…yo.

Quité los espejos y me encerré, dormía con luz encendida, pero ella se adaptó.

A menudo pienso que no es solo una sombra, que es una parte de mí que se desprendió hace mucho, que es ella la que guarda mis miedos, mis secretos, lo que no digo y lo que no quiero ser. Entonces entiendo que no puedo huir de ella, porque no es que me siga, es que somos la misma cosa…

VII.

Al día siguiente algo extraño ocurrió. Hubo una explosión y el viento se hizo fuerte como un huracán y se vio flotar entre los escombros, una sombra de color rojo intenso, destruyendo las sombras de la soledad y de la tristeza. ¡Era la sombra del amor!

Al darme cuenta de la magia de esa sombra, decidí acogerla, hacerla mi amiga, mi compañera permanente y ahora andamos por la vida, repartiendo abrazos y sonrisas.

Sentí que una fuerza mágica comenzó a impregnar los corazones de los seres que tenían sombras y entonces germinaron semillas de bondad, generosidad, alegría y perdón.

La sombra del amor, invita a abrazar a otros, amar, amarse a sí mismo y mirar con empatía. A tocar lo más profundo del espíritu y despertar emociones dormidas.

Sin embargo, desde hace unos días, siento que a veces, cuando menos lo espero, ella se difumina… la recupero y ya no es tan diáfana. Creo que hasta su color no es tan brillante como al principio.

Hoy cuando me miré al espejo y no la vi, entré en pánico.

VIII.

Invadida por la sombra de la duda, mi mente revisa una y otra vez cada instante para ver si encuentro algo hecho, o pensado siquiera, que no fuera positivo para llegar a un resultado como éste que me angustia; porque no quiero perder ese abrigo cálido y tranquilizador que me proporcionaba el rojo intenso visto y sentido en los últimos tiempos pero que ahora… es casi sólo un desvaído recuerdo.

Por favor, necesito me ayuden a no resignarme y a no tener que decir jamás aquello de: “todo tiempo pasado fue mejor”; pero, además, por favor… por favor… No quiero…no puedo ser culpable de que vuelvas a sentirte vacía, porque sólo fue un instante mi disfrute de tu maravillosa llama roja… ¡Que alguien nos preste su mano…!

La angustia y el miedo me agotan y el sueño me invade. No sé cuánto tiempo dormí, pero al despertar sentí el calor y la luz del sol en la ventana.

No me movía ni abría los ojos por miedo a perder la tranquilidad y lucidez, para pensar en mi esquiva sombra… y entonces fue cuando me di cuenta de la importancia no sólo de recuperar los sueños cálidos y amorosos, sino que además, sean así: sin obligaciones ni compromisos, verdaderamente libres como eran antes, únicos habitantes de mi corazón y me permitan sentirla dulce y chispeante, con su llama roja fuerte y vibrante.

IX.

Todos tenemos una manera propia de mirar y hoy te veo, sombra; con tu belleza esquiva, llena de dignidad, y no te observo roja ni pálida ni obtusa. Eres un aura pura que persigue mis pasos, me acompañas, me abrazas, te acercas y te vas. Como la luz te mueves metida entre sus rayos; no te gusta el crepúsculo que tienen los recodos de aquellos pensamientos que, por oscuros tramos, hallamos en los pasos dados al caminar.

Yo creo que te gustan las noches luminosas, donde me envuelves con ese suave frío que dejas al caminar y entonces te reflejas, metida en el paisaje, y te haces compañera de los tenues murmullos que crean nuestros cuerpos prisioneros por siempre, sin dejar de ser par.

En las noches oscuras, te pegas a mi cuerpo, eres mi fuerza interna, animas mis temores, me hablas de lo bello que es integrarte a mi cuerpo… y entonces poseer nuestra grata unidad.

Eres fiel, compañera, parece que te fueras, que huyeras de lo negro, ese color absurdo que me impide observarte y luego te descubro colgada de algún rayo fugado desde el sol y sigue el jugueteo de verte y de perderte y apareces, como siempre, dichosa de que brille la luz.

Eres alguien precioso porque nunca me olvidas. Al llegar la alborada, muy puntual asomas señalando el camino y remedas mi andar, hasta imitas mis pasos, todos mis movimientos los tienes pregrabados, parece te burlaras con tu misión traviesa y por eso te quiero buena sombra otoñal.

Te invito a que animes todo cuanto en mi es lerdo y nunca te permitas pensar que estamos viejos, siempre hemos sido nuevos y así permanecemos. Aunque mueran los tiempos, sigamos el camino trazado y sin perderlo; si tengo alguna duda tú eres mi sendero, vamos pues sombra esquiva… ¡sigamos con el cuento!

X.

El rojo de mi sombra se desvanece, como un atardecer que se ahoga en el Magdalena. Ya no es esa llama que arrasó con las sombras de la tristeza; ahora es apenas un rescoldo, un susurro de lo que fue. Me pregunto si acaso las sombras no son solo nuestras, sino ecos de otros dolores, memorias ajenas que se pegan a la piel como lodo de río.

En Honda, donde el agua espesa guarda secretos, mi abuela —que era bruja— me advirtió: No camines donde tu sombra tiemble antes que tú. Ahí hubo dolor, y todavía no termina.

Ella conocía el lenguaje de las sombras muertas: las de los ahogados que se agitan bajo la luna, sin siluetas, sin nombres. Pozos de oscuridad que devoran antorchas. ¿Será que mi sombra roja, esa que un día fue amor puro, ahora arrastra también esos jirones de olvido?  

Tal vez las sombras son como el río: llevan lo que otros dejaron caer. Culpas, besos de Eros convertidos en cieno, risas que se hundieron sin testigos. Y si la mía palidece, no es porque yo haya fallado… sino porque he empezado a soltar. A dejar que fluya, como el Magdalena lleva sus sombras hacia el mar. Aún me acompaña. Ya no es roja, pero es fiel. En las noches sin luna, cuando el viento huele a lluvia antigua, me abraza el cálido clima que ya reconocí: no es el de la ausencia, sino el de lo que perdura. Somos lo que queda cuando la luz se va.  Y sigo caminando. Pero ahora, antes de pisar, miro dónde cae mi sombra. Por si acaso tiembla.