Herminia

La colonia estaba ubicada en la cima de una fértil montaña del municipio de Barichara en Santander. Allí el aire era fresco y puro. El cielo, limpio y azul como un zafiro lo bendecía todo. En este bello paraje vivía Herminia, una joven y agraciada hormiga culona. La naturaleza la había privilegiado con un trasero bonito y redondo como ningún otro. Era la envidia de sus amigas. Herminia, caprichosa y coqueta quería más y comenzó un régimen de ejercicios para aumentar glúteos. Entre sentadillas, burpees y desplantes, se le iba el día. Poco tiempo después vio el fruto de su esfuerzo: un enorme y divino trasero.

Cuando llegó abril y la lluvia estaba próxima a derramar su rocío de amor sobre los campos, las princesas de la colonia salieron a encontrarse con sus futuros esposos, entre ellas la despampanante Herminia. Los campesinos también salieron a cazar hormigas culonas para darse banquetes. A la primera que cazaron fue a Herminia, quien sobresalía entre las demás por su apetecible trasero.