Por Bielsa Montaño de Ramírez.
Sergio, el tutor, el maestro, el director de orquesta dentro de una organización que aporta bienestar a los adultos mayores y vincula a las personas interesadas en la lectura y escritura de sus propios textos, él lee los escritos que aportan los diferentes grupos, los comenta, intenta corregirlos respetando el concepto personal de los escritores y brinda aplausos a cada lectura.
Quizás el hecho de aplaudir no sea muy relevante para algunas personas, tal vez muchos hayan pensado que ese detalle sobra; aunque aplaudir significa “estoy feliz, me gustó lo que escuché y/o leí”, o sencillamente “quiero que se fortalezca el vínculo social que tengo con la comunidad”. Este es un gesto del cual creo que Sergio no tiene idea de lo qué está sembrando. Particularmente en mí: alimenta la creatividad. ¿Cuántas personas de las que hemos participado en los Clubes de Lectura, hemos soñado con la presentación de un libro, con la lectura de un extracto ante un público acogedor y, al final, una serie de aplausos que enriquecen el ego? Nos hacen sentir especiales y reafirma nuestra identidad grupal.
Ese aplauso tan espontáneo que nuestro líder ofrece a cada lectura es un incentivo que hace volar la imaginación, que motiva a vivir más, a contar historias diversas y a repetir “yo puedo” y “soy capaz”. Consciente de que escribir y someter la producción escrita a la crítica no es fácil, le diría a Sergio que no deje de aplaudir, que sus aplausos no son iguales, no hay uno solo que se asimile al anterior, pero presiento que lo hace de corazón, por el compromiso emocional, afectivo y laboral que tiene para con nosotros, entendiendo que el valor de un solo aplauso es incalculable.
Gracias.
Foto aportada por la autora.